domingo, 6 de enero de 2008

Artículo de Pascoe - En defensa de los manglares

En las últimas semanas se han venido manifestando intenciones de algunos grupos parlamentarios de modificar la ley de vida silvestre de nuestro país. En particular, lo que se refiere a los manglares. Se busca volver a permitir que entren los constructores turísticos a modificar y destruir ese particular hábitat que es tan delicado y difícil de reconstruir. Hay que oponerse a ello, pero con información puntual sobre la importancia de los manglares.

Según datos de Greenpeace, la deforestación del 0.4% de manglar en Laguna de Términos, Campeche, ocasiona a la flota camaronera del Golfo de México una pérdida anual de 14.4 toneladas métricas de camarón, lo que equivale a 140 mil dólares. En México, el 80% de los desarrollos hoteleros de Cancún se han construido sobre manglares. La misma tendencia se observa en Colima, Guerrero, Sinaloa y Nayarit.

La superficie de manglares en nuestro país ocupa una superficie de alrededor de 600 mil hectáreas del litoral; 62% se localiza en el Golfo de México y el Caribe, y 38% en el Pacífico. Su ecosistema está sometido a diversos factores de presión, entre los que se encuentran, además de los ambientales como el cambio climático y los huracanes, la acuacultura, la industria portuaria, la ganadería y el turismo, a causa de los cuales se pierden al año cerca de 22 mil hectáreas. Ya con lo que hemos erosionado a la Tierra es suficiente como para además dañarlos directamente.

La importancia de los manglares reside en que albergan una compleja red ecológica: Por un lado, son refugio para las primeras semanas de vida de especies de alto valor comercial, como camarón, ostión, jaiba, cangrejo, róbalo, mojarra, mero y lisa. Es también el hábitat del que depende una amplia variedad de insectos, aves y reptiles. Así mismo, los manglares son la protección natural para el banco coralino del sureste mexicano, el segundo más grande del mundo; la tala de manglares puede tener consecuencias graves para la función de los ecosistemas, la productividad de las industrias pesqueras y la resistencia de los arrecifes.

El programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente considera que el costo de hectárea de manglar oscila entre 200 mil y 900 mil dólares; sin embargo, en México, los desarrollos turísticos pudieron adquirir una hectárea de manglar por menos de 10 mil pesos, lo que propició una rápida urbanización de las costas mexicanas. Fue el caso de España, país que ahora gasta millones de euros cada año para aminorar el impacto ambiental en sus litorales y recuperar decenas de kilómetros de playa.

Para garantizar su protección, en febrero de 2007 se adicionó a la Ley General de Vida Silvestre el artículo 60, en el capítulo correspondiente a las especies y poblaciones en riesgo y prioritarias para la conservación. En dicho artículo se establece la prohibición para “la remoción, relleno, transplante, poda, o cualquier obra o actividad que afecte la integralidad del flujo hidrológico del manglar; del ecosistema y su zona de influencia; de su productividad natural; de la capacidad de carga natural del ecosistema para los proyectos turísticos (…)”.

En fechas recientes tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados se ha coqueteado con la posibilidad de abrir de nueva cuenta la posibilidad de explotar los manglares con fines turísticos. El propósito de los que apoyan esta idea es que estén exentos de cuidar al manglar las obras “para el desarrollo de los proyectos turísticos que conjunta y previamente llevan a cabo medidas compensatorias, consistentes en la repoblación de mangle en zonas cercanas al proyecto que se promueve, en una proporción equivalente al doble del área que se impacta, las cuales serán supervisadas por la Secretaría [de Medio Ambiente y Recursos Naturales]”.

Ante esta propuesta vale manifestar lo siguiente:

1. Para hacer viable la posibilidad compensatoria que busca la reforma a la Ley, tendría que contarse con programas de manejo territorial y sectorial y con una red de seguimiento técnico de la que carecen actualmente las autoridades ambientales.

2. Sin un ordenamiento territorial sectorizado que garantice la viabilidad ecológica de las medidas compensatorias, pretender que estas pueden ser simultáneas al desarrollo turístico es poner en riesgo la vida silvestre del litoral.

3. No legislemos en la oscuridad, en la opacidad. Seamos explícitos en lo que buscamos con cada iniciativa de ley. La que está en cuestión se presta a muchas y poco favorables suposiciones.

4. Dada la complejidad del ecosistema que albergan los manglares, deben tomarse en cuenta variables como la necesaria continuidad de los bosques de manglares para evitar la interrupción del sistema hídrico que los sustentan y que puede tener repercusiones en, por ejemplo, el cambio de salinidad de suelo y agua.

5. Por otro lado, debe considerarse el porcentaje de supervivencia, su ubicación específica y el ritmo de recuperación de los ecosistemas. A pesar de que un manglar tarda entre 1 y 2 años para recuperarse, el restablecimiento del ecosistema puede tomar hasta 20 años.

6. Sin negar la importancia que para el desarrollo económico tiene la industria del turismo, es indispensable no hipotecar la viabilidad ecológica de nuestras costas en pos de un bien inmediato y menor.

7. Hagamos del mangle una atracción turística y no un pedazo de historia.

8. Hagamos de nuestra complejidad ecológica una garantía de futuro y no un negocio del presente.

9. Nuestro compromiso con la ecología y con el turismo sustentable, no depredador.

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